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jueves, 28 de octubre de 2010

Has de conocer al piloto en la tempestad, al soldado en el combate.

De la Providencia

Has de conocer al piloto en la tempestad, al soldado en el combate ¿Como puedo saber el ánimo que tendrás para soportar la pobreza, si abundas en la riqueza? ¿ Como puedo saber la constancia que tengas ante la ignominia y la infamia y el odio popular, si envejeces entre aplausos, si te sigue el favor del pueblo, irresistible y fácil por cierta inclinación de las mentes? ¿Como puedo saber con que ánimo llevarías la pérdida de tus hijos si ves junto a ti a lo que engendraste?; te he oído cuando consolabas a otros: si te consolaras a ti mismo, si te prohibieses a ti mismo dolerte, entonces te vería como tu eres.

A la sospecha de una menuda herida palidece el bisoño, el veterano mira tranquilamente su sangre porque sabe que con frecuencia ha vencido después de derramarla.

Así, pues, a aquellos a quien Dios aprueba, a quienes ama, los endurece, examina y ejercita; mas a esos otros a quienes parece perdonar, conservarlos blandos para los choques futuros; porque os equivocáis si pensáis de alguno que está exceptuado, también le llegará su parte a quien por tanto fué feliz, el que parece que esta dispensado no está sino diferido.

¿Que maravilloso, que Dios pruebe con dureza a los espíritus generosos?, nunca es suave la prueba de la
virtud, nos azota y dilacera la virtud ¡padezcamos!, no es crueldad, sino combate, al cual mientras con mayor frecuencia nos entregamos, más fuerte seremos.

Hemos de ofrecernos a la fortuna para que ella misma nos endurezca contra sus golpes; poco a poco nos hará iguales a ella, solo es sólido y fuerte el árbol que el viento azota con frecuencia, pues la misma violencia le fortifica. Pero es inicuo que un hombre bueno sea mutilado o herido o encadenado y que los malos anden con sus cuerpos íntegros, sueltos y afeminados; lo mismo pasa en la gran República de la humanidad, trabajan los hombres buenos, se sacrifican y por su propia voluntad son sacrificados, no son arrastrados por la fortuna, sino que la siguen y andan a igual paso que ella, si ellos lo hubiesen sabido, se hubieran adelantado.

Recuerdo haber oído también esta animosa sentencia del fortísimo Demetrio: " De una sola cosa - decía-, Oh Dioses Inmortales puedo quejarme de vosotros, que no me diste a conocer antes vuestra voluntad, porque antes hubiera llegado a estas cosas en las que ahora estoy por haber sido llamado ¿me queréis tomar los hijos? para vosotros los crié ¿ queréis tomar alguna parte de mi cuerpo? tomadla, no anticipo gran cosa, pues pronto he de dejarlo todo ¿ queréis mi vida? ¿ porque no? no me demoraré en que recibáis lo que habéis dado; hubiera preferido ofrecerlo o entregarlo ¿ que necesidad hay de quitarlo? lo pudiste recibir, pero ahora tampoco me lo quitáis porque nada se quita sino a quien lo retiene".

El fuego prueba al oro, la desgracia a los hombres fuertes, mira cuanto tiene que elevarse la virtud, sabrás que no ha de ir por caminos tranquilos, puse dentro todo el bien, vuestra felicidad es no necesitar la felicidad, pero ocurren muchas cosas tristes, horrorosas, duras de tolerar, porque no pude sustraeros a ellas armé vuestros ánimos contra todas, llevadlas con fortaleza.

En esto aventajáis al mismo Dios, Él está fuera del padecimiento de los males y vosotros por encima de este sufrimiento.

Despreciad la pobreza, nadie vive tan pobre como nació; despreciad el dolor, o acabáis con él o acaba
con vosotros; despreciad la muerte, pues o acaba con vosotros u os transfiere a otra existencia.

Los fuertes cuerpos de los toros caen de una pequeña herida y a los animales de grandes fuerzas los derriba el golpe de la mano humana; un delgado cuchillo corta la comisura de la nuca y así que se corta esta articulación que une la cabeza y el cuello, aquella gran mole viene por tierra. El espíritu no se esconde en lo profundo, ni ha de ser sacado con hierro, no hacen falta heridas profundas para que salgan las entrañas, la muerte esta muy cerca; no ha determinado un lugar fijo para estas heridas sino que por donde quiera es accesible.

Eso mismo que se llama morir por lo que el alma se separa del cuerpo, es tan breve que no se puede sentir tanta velocidad, ya sea que un nudo apriete la garganta, ya que el agua impida la respiración, ya que la dureza del suelo quebrante la cabeza al caer, ya que sorbiendo fuego interrumpa el curso del aliento, sea como fuere, la muerte es rápida ¿no os avergonzáis? ¡Tanto tiempo teméis lo que tan pronto se hace!.

Séneca.


Dr.Pedro Lava